LOS ESPEJOS DE LA HISTORIA
25 de abril de 2015, a todos los que habéis hecho
el esfuerzo de subir hasta las montañas para encontraros las ruinas del
paraíso:
Me llamo Hela Lakhoua, soy hermana de Muna y
Fäthi, hija mayor de Anís Lakhoua y sobrina-nieta del jeque Lutfi, tengo 27
años y en junio terminaré el doctorado en Arte por la universidad El Minar, en
Túnez, donde vivo sola. Mi hermano Fathi ha terminado su licenciatura en
Turismo y está haciendo prácticas en el hotel Meliá de Djerba, la pequeña Muna
ha interrumpido su carrera de Ingeniería de Telecomunicaciones para ir de
voluntaria a Palestina.
En toda mi vida solo he visto llorar dos veces a
mi tío Lutfi, el jeque Lakhoua, la primera cuando murió mi padre el pasado
invierno, y la segunda cuando me abrazó el pasado viernes tras confesarme el
secreto de nuestra familia.
Aunque vivo en Túnez, junto al mar, todos los
viernes subo en un viejo citröen hasta Testour. el pueblo de mi familia, y así
lo llevo haciendo desde que recuerdo, por una carretera de montaña que
serpentea entre campos de olivos y almendros, que ignora a los lados aldeas
destartaladas, manchas de pinos y algarrobos solitarios, hasta llegar ya arriba
del todo, a los palmerales y huertas con acequias, y por fin al pueblo.
Testour es como una gran mancha de nieve que no se
derrite, que resiste en la cima, con su laberinto de calles empedradas, las
ventanas y puertas pintadas de azul añil, y su alminar de la gran Mezquita de
los Andalusíes intentando rasgar un cielo cercano. Aquí el aire húmedo y
brumoso del mar se convierte en limpio y ligero, y desde esta altura se ven,
hacia el norte, las montañas de rocas y bosques que acaban sumergiéndose al
Mediterráneo.
Me gustaría contaros como son las noches en estas
montañas a las que asciende el perfume del desierto, como nos gusta a los
árabes observar las estrellas y darles nombres, o como corre el agua por
nuestras acequias, pero hace un mes ocurrió algo que le dio un vuelco a mi
vida, y es eso lo que os tengo que contar:
Al Andalus es el origen de mi familia. Los Lakhoua
llegaron a Túnez huyendo de la persecución de los reyes cristianos durante el
siglo XVI. Su origen es el Reino Nazarí, en el sur. Su aldea y tierras,
cercanas al estrecho de Gibraltar fueron completamente destruidas. Fueron
tantos los desesperados que llegaron a estas costas de África que las montañas
de mi país están salpicadas de pueblos com familias como la nuestra, aunque
nuestro apellido sea quizá el más nombrado.
Mi tío, el jeque Lakhoua, convoca a los familiares
de los alrededores todos los viernes, el Ayy de la gran mezquita de los
Andalusíes nos cede amablemente una habitación dentro del templo en invierno y
un patio pequeño con naranjos en los meses de calor. Allí, viernes
tras viernes, sin fallar
ni uno, con la sabiduría, la calma y la paciencia de un musulmán viejo, nos ha
ido contando la historia de ese gran país que fue Al Andalus, un viernes la
arquitectura, otro viernes el comercio, otro el idioma y la literatura, otro
día habla de sus poetas, y otro de sus ingenieros, y así todos los
interminables viernes de nuestra breve vida. Pero también nos ha contado la
larga historia de nuestra familia, de cómo vivían en una alquería, un pequeño
paraíso cercano al mar, junto a un río sereno y encajonada entre tres grandes
montañas, una roja, la otra blanca y la otra cubierta de bosques.
Este invierno, un amanecer brumoso enterramos a mi
padre Anís junto a los muros de la Mezquita, en una loma con almendros
orientada al este, donde a él le gustaba sentarse a reflexionar al caer el sol.
Bajo la tierra quedó un eslabón de la familia Lakhoua.
Y el pasado viernes, mi tío Lutfi lloró por
segunda vez mientras me desvelaba el secreto de la familia. El imam de la
alquería en Al Andalus, nuestro antepasado Zuhair Lakhoua, en un último intento
desesperado por evitar la destrucción de las casas y los campos, entregó a su
hija mayor al enviado del rey Fernando para que se la entregara en persona y
dispusiera de ella como precio por la salvación de la aldea. Pero un familiar
enemistado por cuestiones de tierras lo delató y las tropas se encargaron de la
hija de Zuhair. Ella nunca llegó a su destino, quedando el rey sin su prenda y
mi familia sin su hija, a la que no volvieron a ver, y la aldea fue arrasada.
Mi familia y la alquería quedaron señaladas para siempre, deshonrada una y
destruida la otra.
Cuando los dos cogimos aire suficiente volvimos a
la sala dentro de la mezquita y armándose de valor, mi tío levantó una voz
grave y profunda para decirles a todos: a partir del próximo viernes Hela
Lakhoua velará por nuestro legado, no podemos darle la vuelta a la Historia, no
podemos recuperar nuestro paraíso, pero nunca os olvidéis de que no nos podrán
robar los sueños, porque nosotros custodiamos la Memoria.
José
María Sánchez Alfonso.
1 comentario:
hola yo se la tema es differentepero quise acompanar on usted tambien si quiere viajar a turquia ?guia de estambul
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