En las fuertes subida debido al calor que hizo ese día tuvimos que descansar en varias ocasiones, pero ello no menguó el entusiasmo del grupo.
La llegada a la Casa del Guarda siempre produce curiosidad y algo de magia, quien llega a ella por primera vez quiere saber que motivos fueron los que llevaron a construirla y la foto junto a su portada es casi inevitable.
En cada rincón, en cada revuelta, había que hacer alguna foto para recordar tan agradable recorrido.
El calor en la ladera se fue haciendo sofocante y nos hizo parar en nuestro empeño de seguir adelante. Cada cuál cogió su mochila y nos fuimos a comer a la sombra del acogedor Pila de Calaña, donde recuperamos las fuerzas para recorrer el camino de vuelta.
Al llegar al coche me encontré con mi amigo Pedro con su rapaz domesticada y no pude resistir la tentación de fotografiar a ambos.