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jueves, 7 de mayo de 2015

EXCURSIÓN AL DAIDÍN


El sábado 25 de abril, Marbella Activa y Mujeres en las Veredas, organizaron en conjunto una excursión al mágico poblado del Daidín. El recorrido se hizo a pie y en bici. Fue un día de compartir camino y vivencias con viejos y buenos amigos. Nuestro compañero José María nos deleitó con la historia del lugar y con uno de sus hermoso relato, relato que hemos añadido al final de las fotos.

¡Gracias a todos los que nos acompañaron!

Para recordar ese agradable día son las fotos y escrito que hemos colgado en esta entrada del blog.






 






























 
 






















 LOS ESPEJOS DE LA HISTORIA
25 de abril de 2015, a todos los que habéis hecho el esfuerzo de subir hasta las montañas para encontraros las ruinas del paraíso:
Me llamo Hela Lakhoua, soy hermana de Muna y Fäthi, hija mayor de Anís Lakhoua y sobrina-nieta del jeque Lutfi, tengo 27 años y en junio terminaré el doctorado en Arte por la universidad El Minar, en Túnez, donde vivo sola. Mi hermano Fathi ha terminado su licenciatura en Turismo y está haciendo prácticas en el hotel Meliá de Djerba, la pequeña Muna ha interrumpido su carrera de Ingeniería de Telecomunicaciones para ir de voluntaria a Palestina.
En toda mi vida solo he visto llorar dos veces a mi tío Lutfi, el jeque Lakhoua, la primera cuando murió mi padre el pasado invierno, y la segunda cuando me abrazó el pasado viernes tras confesarme el secreto de nuestra familia.
Aunque vivo en Túnez, junto al mar, todos los viernes subo en un viejo citröen hasta Testour. el pueblo de mi familia, y así lo llevo haciendo desde que recuerdo, por una carretera de montaña que serpentea entre campos de olivos y almendros, que ignora a los lados aldeas destartaladas, manchas de pinos y algarrobos solitarios, hasta llegar ya arriba del todo, a los palmerales y huertas con acequias, y por fin al pueblo.
Testour es como una gran mancha de nieve que no se derrite, que resiste en la cima, con su laberinto de calles empedradas, las ventanas y puertas pintadas de azul añil, y su alminar de la gran Mezquita de los Andalusíes intentando rasgar un cielo cercano. Aquí el aire húmedo y brumoso del mar se convierte en limpio y ligero, y desde esta altura se ven, hacia el norte, las montañas de rocas y bosques que acaban sumergiéndose al Mediterráneo.
Me gustaría contaros como son las noches en estas montañas a las que asciende el perfume del desierto, como nos gusta a los árabes observar las estrellas y darles nombres, o como corre el agua por nuestras acequias, pero hace un mes ocurrió algo que le dio un vuelco a mi vida, y es eso lo que os tengo que contar:
Al Andalus es el origen de mi familia. Los Lakhoua llegaron a Túnez huyendo de la persecución de los reyes cristianos durante el siglo XVI. Su origen es el Reino Nazarí, en el sur. Su aldea y tierras, cercanas al estrecho de Gibraltar fueron completamente destruidas. Fueron tantos los desesperados que llegaron a estas costas de África que las montañas de mi país están salpicadas de pueblos com familias como la nuestra, aunque nuestro apellido sea quizá el más nombrado.
Mi tío, el jeque Lakhoua, convoca a los familiares de los alrededores todos los viernes, el Ayy de la gran mezquita de los Andalusíes nos cede amablemente una habitación dentro del templo en invierno y un patio pequeño con naranjos en los meses de calor. Allí, viernes
tras viernes, sin fallar ni uno, con la sabiduría, la calma y la paciencia de un musulmán viejo, nos ha ido contando la historia de ese gran país que fue Al Andalus, un viernes la arquitectura, otro viernes el comercio, otro el idioma y la literatura, otro día habla de sus poetas, y otro de sus ingenieros, y así todos los interminables viernes de nuestra breve vida. Pero también nos ha contado la larga historia de nuestra familia, de cómo vivían en una alquería, un pequeño paraíso cercano al mar, junto a un río sereno y encajonada entre tres grandes montañas, una roja, la otra blanca y la otra cubierta de bosques.
Este invierno, un amanecer brumoso enterramos a mi padre Anís junto a los muros de la Mezquita, en una loma con almendros orientada al este, donde a él le gustaba sentarse a reflexionar al caer el sol. Bajo la tierra quedó un eslabón de la familia Lakhoua.
Y el pasado viernes, mi tío Lutfi lloró por segunda vez mientras me desvelaba el secreto de la familia. El imam de la alquería en Al Andalus, nuestro antepasado Zuhair Lakhoua, en un último intento desesperado por evitar la destrucción de las casas y los campos, entregó a su hija mayor al enviado del rey Fernando para que se la entregara en persona y dispusiera de ella como precio por la salvación de la aldea. Pero un familiar enemistado por cuestiones de tierras lo delató y las tropas se encargaron de la hija de Zuhair. Ella nunca llegó a su destino, quedando el rey sin su prenda y mi familia sin su hija, a la que no volvieron a ver, y la aldea fue arrasada. Mi familia y la alquería quedaron señaladas para siempre, deshonrada una y destruida la otra.
Cuando los dos cogimos aire suficiente volvimos a la sala dentro de la mezquita y armándose de valor, mi tío levantó una voz grave y profunda para decirles a todos: a partir del próximo viernes Hela Lakhoua velará por nuestro legado, no podemos darle la vuelta a la Historia, no podemos recuperar nuestro paraíso, pero nunca os olvidéis de que no nos podrán robar los sueños, porque nosotros custodiamos la Memoria.
José María Sánchez Alfonso.


1 comentario:

Unknown dijo...

hola yo se la tema es differentepero quise acompanar on usted tambien si quiere viajar a turquia ?guia de estambul